4 jun 2025
Llevo algunos días pesarosa. No me gusta nada hacia donde vamos. Vivir en una gran mentira es lo que tiene: a veces hay quien despierta. Y aunque saber no es sinónimo de más felicidad, al menos no te sientes una completa idiota. Hablemos de la moda y de su maravilloso mundo, tan desnortado como todo lo demás, perfecto reflejo de la sociedad que la compra.
La semana pasada leí aquí la noticia que me tiene triste: el cierre de Boris Bidjan Saberi (BBS), una marca ultranicho de moda masculina barcelonesa, que, durante casi veinte años ha sido un referente internacional. En apariencia, una más de las muchas que desaparecen cada año. Sin embargo, el cierre de BBS no es solo la pérdida de una marca. Es el síntoma de una industria enferma de incoherencia, donde la autenticidad ha dejado de ser rentable.
BBS cierra porque “nos resulta imposible mantener la calidad y coherencia que siempre ha sido la base de nuestro proyecto". Cuando lo leí, confieso que casi lloro. Una marca que renuncia a prostituirse y seguir facturando por no renunciar a sus propios valores. ¡Un creativo que sacrifica su ego! ¡Un diseñador que no quiere alimentar al monstruo! ¡Un responsable de marca que cree firmemente en la importancia de la coherencia! No daba crédito… bueno, sí. Se trata de Boris.
Boris Bidjan Saberi, el alumno más atípico que he tenido nunca. Desde que lo vi en clase el primer día -de eso hace mucho-, me pregunté qué hacía un jovenzuelo como él en una escuela como aquella. Y ya, cuando lo escuché hablar, todavía lo entendí menos. Es la persona del mundo de la moda más enfocada que he conocido nunca. Será por su parte alemana, tal vez. Boris tenía claro lo que quería y cómo lo quería. De hecho, antes de acabar sus estudios creó una línea de complementos de cuero y, al año siguiente de graduarse, lanzó su propia marca.
Es muy posible que la mayoría de ustedes no la conozcan. BBS experimenta con la piel y el punto, en procesos poco ortodoxos. Su estética dark y underground ha cautivado a un público tan exclusivo como leal. BBS encarna la sprezzatura versión punk. Porque, insisto, Boris no ha decidido cerrar porque no le compren sus clientes (aunque haya quien pueda dudarlo), sino por no poder mantener la calidad y, en consecuencia, no poder seguir siendo fiel a sus valores.
Para Boris, la ética es inseparable de su estilo. Como lo fue para Coco Chanel. Como lo fue para Cristóbal Balenciaga. Chanel estipuló que su marca durase 75 años. Balenciaga ni lo planificó. Boris cierra porque no puede seguir creando. El sistema de producción pretendía obligarlo a pasar por el aro de la mediocridad para ser rentable, como han aceptado hacer otras marcas de lujo. Porque BBS, efectivamente, es una marca de lujo. Bajo esa mezcla de hip-hop, skate, punk y un cierto desprecio por la moda tradicional, la experiencia de marca ya la quisieran para sí muchas marcas de lujo mainstream.
Porque el branding, en Boris, venía de serie. Por aquella época en la que fue mi alumno, yo impartía en clase Historia de la Moda, Comunicación y Sociología de la Moda. Ni siquiera era experta en branding. Eso vino después. Pero lo que sí era, y sigo siendo, es experta en detectar la coherencia. Boris tenía muy claro lo que quería y cómo comunicarlo y, desde luego, no iba a ser como todo el mundo. Se convirtió en un diseñador casi tan inaccesible como Martin Margiela y la marca no comunicaba prácticamente nada, lo que ya es una forma de comunicación.
Boris se define como punk, yo lo defino como un rebelde con causa. Por eso lo iro y respeto. Y por eso conectamos tan bien. Después de leer la noticia, lo llamé. Hablamos largo y tendido. Tras nuestra conversación, todavía me sentí más orgullosa de él. Si hay una razón por la que durante tantos años me dediqué apasionadamente a la docencia, fue para dar a mis alumnos las armas para la guerra que es la moda. Fue para proporcionarles, sobre todo, conocimiento y criterio.
Boris me dijo que había creado su marca para cambiar el mundo, y que ahora había llegado el momento de cerrarla porque, “si no puedo dar una vida digna a mi equipo (hablaba de los sueldos), ¿qué coño estoy haciendo?”. Ahí sí las lágrimas se me saltaron. En un mundo donde la mediocridad campa a sus anchas, que un diseñador tenga un discurso tan antisistema es surrealista. La rebeldía consiste en no doblegarse y mantenerse firme en lo que uno cree, y eso, hoy, es de locos. Boris cree firmemente en sus valores. Es auténtico. Por eso estoy tranquila: haga lo que haga, lo hará bien. Y yo me alegraré infinito.
Cerrar por no poder ser fiel a tus principios. Olé tú. Una bofetada con la mano abierta a todas esas marcas -demasiadas- que pervierten constantemente los suyos, vendiéndonos discursos falsos, porque ni sus CEOs creen en ellas.
Gracias, Boris, por demostrar que los principios no tienen final. Y good luck.

Inmaculada Urrea
Inmaculada Urrea. Mi lema: “No es marca si no pasa por el corazón”. Soy una consultora free spirit y me gusta ayudar a crear identidades de marca memorables. Llevo más de 30 años dedicada al sector de la moda y casi 20 como consultora de todo tipo de marcas. Me apasiona el branding y mis clientes, por este orden. Soy honesta, independiente y con criterio propio. Para mí, la marca está por encima de todo y de todos. Es una ética, además de una estética. Pienso siempre que a mis clientes su marca les importa tanto como a mí, así que me encanta enseñarles a gestionar su identidad, porque la marca es suya, no mía. Por cierto: tener un brandbook es necesario, pero no suficiente: sin implementación, no hay paraíso, ni beneficio. Sólo branding de postureo. Más información en mi antiweb: inmaculadaurrea.com
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